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Bienvenidos - Bienvenus
Nuestras prioridades: La amistad entre nuestros pueblos, la protección de nuestro patrimonio natural y cultural, y la promoción de un desarrollo sostenible.
Français: Le Blog "Imago" a pour but d'établir un pont entre Champlitte (Haute-Saône) et les rives du Nautla, sur la côte de l'êtat de Veracruz, notamment les villes de Nautla, Jicaltepec et San Rafael. Depuis l'émigration chanitoise vers cette région du Mexique, il existe un patrimoine commun dont l'élément principal est l'amitié franco-mexicaine. Pour la renforcer nous devons mieux nous connaître, travailler ensemble, partager des projets, être solidaires, nous familiariser avec la langue de nos amis... Tel est notre objectif. Nous comptons sur ta participation pour l'attaindre.
Nos priorités: L'amitié entre nos peuples, le protection de notre patrimoine naturel et culturel et la promotion du développement durable.
samedi 14 novembre 2009
Pièce du mois du Musée de Champlitte / Pieza del mes del Museo de Champlitte
Español:
Fête des Morts mexicaine- Día de Muertos en México
Español:
lundi 5 octobre 2009
Pieza del mes del Museo de Champlitte / Pièce du mois du Musée de Champlitte
Albert et Jean-Christophe Demard souhaitaient accorder une grande importance aux métiers ambulants (les petits métiers comme aimait les appeler Albert Demard) et ont ainsi réservé une place conséquente aux gens de la route dans leurs collectes.
NAUTECO
De Veracruz nos llego el son, de la Huasteca el huapango; nos encontramos en el límite de estas culturas y de fusión traemos en la sangre la música. Sabemos que el son nació ante la necesidad de sustituir los tambores por los pies ya que la represión española hacia nuestros afromejicanistas hoy jarochos los obligó a invocar a sus deidades de otra forma. Alegre, dinámica y sin ningún contacto mas que el visual la mayoría de los pueblos adoptamos el baile y todo lo que este conlleva como nuestro. Ya algunos cronistas mencionan la importancia del baile en Nautla y Jicaltepec que son las poblaciones más antiguas de la región; en un principio al aire libre sobre entarimados los sones se bailaban principalmente en el mes de diciembre desde la navidad y culminaban en las fiestas de la Candelaria (patrona segunda de la parroquia de Nautla) aunque también en fechas memorables y festivas. El son, el fandango, el haupango vieron para el siglo XIX la llegada de nuevos pobladores que cambiarían por completo no solo la fisionomía del nauteco y sus construcciones sino también sus costumbres. El puerto había resurgido con la insurgencia, la independencia de nuestro país había dejado sus huellas y los gobernantes abrían las puertas a nuevos pobladores y a la prosperidad que estos traerían. Así pues vimos llegar a Esteban Guenot y vimos renacer a Jicaltepec; amenazados económicamente por los que llegan y acostumbrados al cacicazgo observamos en un principio con recelo al extranjero. Aún con la poca educación de aquellas épocas el espíritu nacionalista estaba más que sembrado en nuestros corazones.
Casa de estilo neoclásico de las pocas de mampostería que existen desde antes de la llegada de los franceses donde se dice de voz popular que habitó en general Guadalupe Victoria e incluso que estuvo preso durante el movimiento insurgente. (Foto: H. Pochat)
Jicaltepec creció y se desarrolló y también creció cierta lucha por la municipalidad ya que a ellos pertenecía la parroquia. Forjó con sufrimiento su identidad y se convirtió en un importante centro económico; transformó su fisonomía y nos ayudó a crecer económicamente. El puerto cada vez más intenso trajo consigo a más pobladores cuyas ganas de prosperar moverían la circulación de mercancías y mejoraría la vida no solo de los que llegan si no de nosotros mismos. La Belle epoque en un impulso a la inversión sitúo a nuestro país ante los ojos del mundo como a un diamante en bruto. Griegos, gachopos*, italianos y libaneses arrivaron a costas nautecas con el mismo deseo que sus antecesores franceses y dieron al pueblo un resurgimiento cual ave fénix renace de entre las cenizas. Nautla aún cual recelosa de las costumbres extranjeras adoptó desde principios de siglo XX la fisonomía de las casas francesas casi en su totalidad. Pequeñas diferencias de concepción clasicista particularizan las construcciones nautecas con las de jicaltepec y san rafael; la misma concepción de espacio pero ahora con grandes balcones con protecciones de madera, fachadas con ornamentaciones neoclásicas con contrafuertes que sobresalen y cuyas molduras embellecen y emulan los patrones circundantes en las cuidades veracruzanas
Casa típica de Nautla con amplios balcones y decoraciones clásicas, ahora sin balcones de madera pero que alguna vez tuvo. (Foto: H. pochat)La plaza principal se enrriqueció con casonas de portales amplios y techos altísimos con teja escama cual deleite de gatos que juegan por las noches.Y en cada extremo del parque por un lado una parroquia sumamente austera, ahora de ladrillo y teja, con una torre que seria lo único que conserva de su pasado colonial y al otro extremo del parque un teatro al aire libre de estilo Art Decó llamado Jaime Nunó que serviría para la diversión del pueblo.
Ahora el son se baila en espacio cerrado; así la señorial casa de la familia Corral Lavoignet serviría de salón para la gente bien y la de la familia Verjel Estefan para toda la demás . Entrepaños de madera y tela que fungían de división eran retirados para dar paso al fandango; el turco y la mexicana se casan, la griega con el negro, el francés con la española y así entre fandangos y vida cotidiana se va reformando la identidad del nauteco
Se forma un equilibrio entre el que llega y el nativo; algunos libaneses ante la necesidad de adaptación cambian incluso sus apellidos puesto que al ser tan difíciles de pronunciar como de escribir castellanizan el segundo nombre y así surgen los apellidos Jorge, Joaquín por mencionar algunos. Los franceses guardan su lengua y tradición para la intimidad de su hogar; los españoles son los primeros en casarse con mexicanas y los griegos se unen a la tradición pesquera. Así entre tamales de elote y kepe, entre pescado frito y torta francesa, entre café turco y aguardiente los olores y sabores de la vida portuaria se funden en un mismo lugar.
Algunos franceses incluso venían de la otra ribera del río a vender sus coles, zanahorias y chalotes, quien no recuerda a Don Costo Diosabot o a los Gefrois; a Don Ricardo Asuri que vivía en una de las casas mas bellas del pueblo con pilares enormes y que no dejaba salir a nadie de su tienda si no compraban algo, el cine de Jeremías Pochat, la casa Fuentes quienes administrarían el chalán que permitía que los coches pasaran de uno a otro el extremo del río, al bullanguero afromejicanista Don Ángel Muñoz “Litro” quien llevaría la alegría del carnaval nauteco incluso al puerto de Veracruz. A Don Melesio que construía globos aerostáticos que se elevaban rústicamente en las fiestas, a Teco y sus naranjas con chile, a Don Julián Jorge y Pedro Name que hablaban por todos lados su lengua materna y que llenaban su casa de colgados de chiles, plátanos y cebollas, a las Andicochea y sus deshilados heredados de tradición vasca, al ilustre maestro Juan María Iglesias quien educaría y cambiaría no solo los patrones de higiene sino también inculcaría el amor a la patria, y a Lucia Panamá quien se dormía en todos los bailes cuando iba de chaperona a cuidar a sus hijas
Solo por mencionar algunos de esos nautecos nacidos o naturalizados que nos heredaron el pueblo que ahora tenemos y que por falta de cultura, por mal gobierno o simplemente por causa naturales hemos ido cambiando, destruyendo, tirando lo que creemos “obsoleto” para dar paso a la modernidad, a la globalización, sin darnos cuenta que nuestra identidad es un hilo tan delgado que puede romperse en cualquier momento y que los pueblos necesitan de sus construcciones, de su tradición y cultura que finalmente es lo que nos diferencia de los demás lugares. La modernidad trajo el cierre del puerto, surgió playa Maracaibo y la naturaleza se encargó de destruirlo; la mayoría de los nautecos hemos emigrado en busca de mejores condiciones de vida, el pueblo conserva solo una parte de sus construcciones vernáculas pero la algarabía, la fiesta y el amor por el lugar aún sigue y finalmente puede ayudarnos a reconstruir nuestra débil identidad porque ahí está solo falta que emerja.
mercredi 2 septembre 2009
Pieza del mes del Museo de Champlitte / Pièce du mois du Musée de Champlitte
Hotte de Chamagnon
Cuévano de "Chamagon"
Cette hotte a été donnée au musée départemental Albert et Félicie Demard le 11 aout 1973 par la famille Ferrand. Cet objet, très fragile, est très rare et n’existe qu’à un ou deux exemplaires en France. La hotte montre trois personnages : Marie, Joseph et Jésus. La composition s’apparente à un style très naïf où le personnage le plus important est le plus grand, ici la vierge couronnée. Joseph est figuré en robe de bure.
mardi 16 juin 2009
La Cofradía de San Vicente de Champlitte / La Confrérie de Saint Vincent de Champlitte
Profundos lazos unen a la Cofradia de San Vicente con las orillas del río Bobos
Des liens très étroits existent entre la Confrérie de Saint Vincent et les rives du Bobos.
La Cofradía de San Vicente también es depositaria de un gran patrimonio cultural, tangible e intangible. Bajo su cuidado se encuentra el manuscrito del reglamento y los registros de la cofradía desde principios del siglo XIX, documento centenario de gran valor en el que, por el ejemplo, los descendientes de los colonos franceses en la cuenca baja del Bobos pueden encontrar a sus ancestros que formaban parte de la cofradía (ver imágenes al final del artículo). De igual modo, a esta organización le debemos una de las principales manifestaciones culturales de Haute-Saône: la fiesta de San Vicente. A través de ella, se preservan la memoria histórica, las tradiciones culinarias, la indumentaria tradicional de los viticultores y una serie de valores como la solidaridad, vinculados con su modo de vida de antaño. La Cofradía de San Vicente ha sabido conservar intactos la tradición y su esencia, y ha escapado a la tentación mercantilista que habría reducido esta manifestación cultural y espiritual a una simple feria comercial con toques de folklore. Y para conocer un poco más sobre esta celebración, qué mejor que retomar la descripción hecha por Jean-Christophe Demard, uno de sus principales promotores, en su libro La Saga du Haut-Gué:
La mañana del 22 de enero está dedicada a la fiesta religiosa. Esta comienza en la casa del « Rendant », es decir, el mayordomo del año anterior que tuvo bajo su custodia a la estatua de San Vicente y a quien le corresponde entregarla. Es en esa misma morada donde los miembros de la cofradía se deben reunir, incluyendo a los « épousés » de la fiesta a los que se les han entregado las insignias de honor.
Alrededor de las diez de la mañana, el sacerdote de la parroquia, acompañado por representantes del clero, por los chantres (responsables del coro de la iglesia) y por los monaguillos, sale rumbo a la iglesia con gran solemnidad para dirigirse a casa del nuevo mayordomo de la fiesta, conocido como « bâtonnier »; el monaguillo que debe portar la estatua de San Vicente lleva una capa roja de la cofradía y una corona de rosas rojas. Detrás de él, otros dos monaguillos llevan sobre sus hombros una especie de charola. Luego, en casa de la familia donde San Vicente fue acogido durante todo el año, los miembros de la cofradía degustan fraternalmente una copa de vino.
Después de las oraciones rituales dichas por el sacerdote de la parroquia que dirige los agradecimientos a la familia « rendente » (la que entrega la estatua de San Vicente), se fija la estatua del santo al asta que lleva el monaguillo con la capa roja ; a continuación se colocan en la charola, en medio de racimos de uva, rototas de un peso total de cinco libras aproximadamente, puestas una sobre otra para formar una pirámide ; esta ofrenda, al igual que un pequeño tonel del último vino decorado de la misma manera, es llevada por jóvenes viticultores.
-Le primera rotota está resrevada para el « château », destinado al mayordomo entrante
-La segunda, es para el sacerdote de la parroquia
-La tercera es para los monaguillos
-Las otras son repartidas a los fieles en pequeños trozos durante la misa.
A continuación, la procesión vuelve hasta la iglesia en donde se celebra una misa solemne durante la cual se presentan las ofrendas y el cirio de la cofradía. Después de la misa, una procesión conduce la estatua de San Vicente a casa del nuevo « bâtonnier ». Durante esta marcha se cantan letanias de los santos. Después de las oraciones rituales, se invita a todos los participantes a formar parte de la fiesta mediante la degustación de vinos locales, tartas y buñuelos preparados por la familia que tiene la custodia del santo.
« Les Epousés »
Independientemente de las fiestas religiosas, la Cofradía de San Vicente ha conservado una costumbre muy pintoresca, que consiste en nombrar a una de las jóvenes de la región como la « épousée » de la fiesta. La elección la realizan el « bâtonnier » del año en curso y los miembros de su familia, en acuerdo con la dirección de la cofradía.
La « épousée » tiene el privilegio de elegir a un « épousé », al que se le colocará la cocarda de honor conformada por un ramo de espino atado con listones blancos y rojos muy largos y anchos que deben colgar hasta la altura de la rodilla. El sombrero del « épousé » también va decorado con listones de los mismos colores. Los privilegios reservados a esta joven pareja son, en primer lugar, abrir el cortejo colocándose justo detrás del porta bastón, así como un lugar de honor en la iglesia y en las comidas del día. Es también esta pareja la que enciende el fuego de la alegría por la noche, preparado con sarmientos de viña y comienza el baile alrededor de la fogata.
Les épousés
Las imágenes y los ramos
El domingo anterior a la fiesta el sacerdote bendice las imágenes y los ramos durante la misa parroquial.
Hay tres ramos :
-el primero se le coloca a la estatua de San Vicente en el altar que le está dedicado en la iglesia parroquial.
-el segundo se le coloca a la estatua que conservará el nuevo mayordomo durante el tiempo que ocupe esta función.
-el tercero es colocado en la morada del mayordomo seleccionado entre los miembros de la cofradía.
La entrega de los santos (imágenes de San Vicente)
En la víspera de la fiesta, los jóvenes colocan imágenes de San Vicente en la puerta del hogar de cada uno de los miembros de la cofradía. La retirada de los santos se realiza el domingo siguiente y consiste en quitar las imágenes de las puertas y entregarlas a las familias, quienes a cambio darán un poco de dinero. Una parte de éste se utilizará en la ayuda a los pobres y el resto será una contribución para que el mayordomo pueda pagar los gastos de organización de la fiesta. Tanto la colocación como la retirada de los santos se realizan bajo la música de instrumentos rústicos.
La importancia de la fiesta
La comida tradicional siempre ha sido uno de los elementos importantes para la comunidad vitícola. Esta se componía invariablemente de:
-andouille de la región
-frijoles bayos
-paleta de cerdo
-queso de Langres y
-tarta de calabaza
Estos platos siguen presentes en el menú de la fiesta de San Vicente.
Entre los viticultores, la fiesta dura mucho tiempo; en Champlitte duraba ocho días. Los viticultores iban de casa en casa para porlongar los ágapes. Pero si la fiesta duraba ocho días, no hay que olvidar que se trataba de la única ocasión en que nustros viticultores cometían algunos ligeros excesos.
Estas cofradías son el testimonio vivo de una expresión comunitaria de la fé, pero también de una fuerte solidaridad material y espiritual.
Fondée en 1619, à une époque marquée à Champlitte par une grande ferveur religieuse et l’installation de deux importants monastères, la Confrérie de Saint Vincent constitue actuellement l’un des piliers de la vie culturelle et spirituelle de Champlitte. Son existence garantie la préservation de traditions et de valeurs qui ont tendance à disparaître dans d’autres villes et qui contribuent à conserver l’authenticité et le caractère de Champlitte et de sa région. Auparavant, cette confrérie représenta un lien fort entre les colons chanitois de San Rafael et de Jicaltepec et leur terroir. L'historien Jean-Christophe Demard mentionne dans son livre Emigration française au Mexique que pendant les premières décennies de la colonie, de nombreux émigrés continuèrent de payer leur cotisations, tels Nicolas et Christophe PERNOT, Nicolas DOIGNON-MARCOUD et François DOIGNON. Le dernier chanitois du Mexique ayant appartenu à la confrérie fut Ambrosio Stivalet, qui en resta membre jusqu’en 1892.
Plus récemment, l’attachement de la Confrérie à l’amitié franco-mexicaine continue à se manifester de plusieurs façons, par exemple : le soutien à la traduction en espagnol du livre Rio Nautla de Jean-Christophe Demard, la présence régulière de mexicains à la traditionnelle fête de la Saint Vincent avec l’intronisation de plusieurs d’entre eux, ou encore le projet de sauvetage des tombes ayant appartenu aux migrants qui retournèrent du Mexique et à leurs ancêtres.
Vers dix heures, le curé de la paroisse accompagné du clergé, des chantres et des enfants de chœur, part à l’église en grande solennité pour se rendre chez le « bâtonnier » ; celui des jeunes garçons qui doit porter la statue de Saint-Vincent est vêtu de la chape rouge de la confrérie et couronné de roses rouges. Derrière lui, deux autre enfants de chœur portent sur leurs épaules une sorte de plateau. Puis, dans la famille où Saint Vincent a été l’hôte durant toute l’année, les membres de la confrérie dégustent fraternellement un verre de vin.
Après les prières rituelles récitées par le curé de la paroisse qui adresse ses remerciements à la famille « rendente », la statue du saint est fixée à la hampe tenue par le jeune en chape rouge; puis sur le plateau, parmi des raisins et des roses artificielles, on place des brioches, du poids de cinq livres environs, dont l’ensemble a forme pyramidale ; cette offrande est portée par des jeunes vignerons, comme d’ailleurs un petit tonnelet du dernier vin, présenté de la même façon.
- La première brioche est réservée pour le « château » destiné au « Prenant ».
- La seconde, au curé de la paroisse.
- La troisième, pour les enfants de chœur.
- Les autres, sont distribuées en morceaux au cours de la messe des fidèles.
On revient en procession à l’église où est célébrée une messe solennelle durant laquelle sont présentées les offrandes et le cierge de la confrérie.
Après la messe, la statue de Saint Vincent est reconduite en procession chez le nouveau bâtonnier. Pendant cette matche, sont chantées le Litanies des saints. Après les prières rituelles, chaque participant est invité à participer à la fête, en dégustant les vins du pays, tartes et beignets offerts par la famille qui a la garde du Saint.
Les Epousés de la fête
En dehors des fêtes religieuses, la Confrérie de Saint Vincent a gardé une coutume très pittoresque, celle de « l’Epousée » de la fête qui est choisie parmi les jeunes filles du pays, par le bâtonnier de chaque année et les membres de sa famille, en accord avec le directoire de la confrérie.
La jeune épousée a le privilège de choisir elle-même son « épousé », auquel on remet la cocarde d’honneur formé d’un bouquet d’aubépine noué par de longs et larges rubans blancs et rouges qui doivent descendre au moins à la hauteur du genou. Le chapeau de ce dernier est également orné de rubans de même couleur. Les privilèges réservés à ce jeune couple sont d’abord d’ouvrir le cortège en se plaçant directement derrière le porteur du bâton ; une place d’honneur lui est réservée à l’église, de même qu’aux repas de la journée. C’est lui qui allume le feu de joie de la soirée préparé avec des sarments de vigne et commence la danse autour du brasier.
Procession
Procesión
Les images et les bouquets
Le dimanche précédent la fête, les images et les bouquets de Saint Vincent sont bénis par le prêtre lors de la messe paroissiale.
Les bouquets sont au nombre de trois :
-le premier est remis à la statue de Saint Vincent surmontant l’autel qui lui est dédié dans l’église paroissiale.
-le second est remis à la statue conservée par le « Receveur » de la confrérie et qui la garde tant qu’il occupe cette fonction.
-le troisième enfin est fixé à la demeure du bâtonnier choisi parmi les membres de la confrérie
La remise des saints (images de Saint Vincent)
La veille de la fête, les images sont fixées à la porte de la demeure de chaque membre de la confrérie par les jeunes gens du pays. La relevée des saints a lieu le dimanche suivant. Celle-ci consiste à retirer l’image fixée à la porte et à la remettre à la famille, qui en retour donne un peu d’argent dont une partie sera réservée au services des pauvres ; l’autre sera une aide au bâtonnier pour qu’il puisse payer les frais d’organisation de la fête. Cette pose et cette relevée des saints se déroulent au son des instruments rustiques.
L’importance de la fête
Le repas traditionnel a toujours été un des éléments importants de la communauté vigneronne. Il se composait invariablement :
-d’andouilles du pays
-de haricots
-de paie de cochon (épaule)
-de fromage de Langres
-de tarte à la courge
Ces plats sont encore présentés aujourd’hui dans le menu de la Saint Vincent.
Chez les vignerons, la fête dure longtemps ; à Champlitte, elle durait huit jours. Les vignerons allaient les uns chez les autres pour continuer les agapes. Mais si la fête durait huit jours, il faut rappeler que c’était la seule fois où nos vignerons « faisaient quelques petits excès ».
Estatuto y reglamento de la Cofradía de San Vicente de Champlitte
(principios del s. XIX)
Status et règlements de la Confrérie de Saint Vincent de Champlitte
(début du XIXè s.)
Registro en el que aparecen apellidos de familias que emigraron a México (en estas páginas: Guyet, Millot y Henriot)
Registre sur lequel apparaissent des noms de familles ayant émigré au Mexique (sur les pages ci-dessus: Guyet, Millot et Henriot)
Biliografía en español :
DEMARD, Jean- Christophe.
-Río Bobos, cuenca Baja. Historia de una integración francesa.
Ed. Sánchez y Gádara. México, 2005.
Bibliographie en français :
DEMARD, Jean-Christophe.
-La Saga du Haut-Gué. Champlitte-Montsaugeon :
Mémoire Populaire d’un terroir français. ERTI, 1987
-Emigration française au Mexique. D. Guéniot, 1995
lundi 15 juin 2009
Le musée de la famille Capitaine Drouaillet de La Peña / El museo de la familia Capitaine Drouaillet de La Peña
Français:
Durant toute son enfance, elle dut aider aux travaux de la maison familiale, comme par exemple, faire à manger et le ménage, laver le linge et la vaisselle et aussi cueillir des oranges ou autres fruits, ou bien encore égrener des piments un par un. Ce fut douloureux mais magique à la fois comme elle nous l’a dit, d’être en contacte avec la nature et d’apprendre à faire les choses par soi même. En revanche, une de ses plus grandes douleurs fut celle du jour ou son père, chef de famille de cinq enfants, lui annonça : Toi, tu restes en cuisine.
Lourdes, grande femme dévouée au travail des champs, va se marier avec son voisin, Don Emilio Capitaine Capitaine et cela va changer sa vie. À la Peña, elle vit une vie heureuse et paisible avec ses beaux parents et ses trois enfants.
Malheureusement, la vie de Lourdes va tourner au drame, le jour du 17 Septembre 1974, sa belle mère, Doña Eloise Capitaine Pascal vient de décéder. Elle s’effondre.
Avec elle, je partageais tout. Elle me donnait des conseils et il m’arrivait de lui en donner. En deux secondes, on résolvait nos problèmes.
Pour ne pas l’oublier, Lourdes commence à récupérer des objets qui lui appartenaient : Le Musée de la Peña vient de naître.
Dix ans après, un autre décès survient dans sa famille. Son beau père, Don Armando Capitaine Poumerol, âge de 92 ans meurt le 27 Janvier 1984. Un grand vide s’installe, une maison reste vide, il n’y a plus que des souvenirs.
Désespérée, Lourdes lutte malgré tout pour conserver le patrimoine familial. Pour que ses proches ne restent pas oubliés dans une tombe, elle récupère tout ce qu’elle peut pour conserver leur mémoire et faire de cette maison familiale une caverne d’Ali Baba. Pour elle, restaurer un casserole ou une tasse qui leur appartenait c’est comme si une partie de leur corps ou de leur être était encore là. Ce qu’elle voulait c’était les immortaliser afin qu’ils ne soient pas oubliés au fil des années.
Malgré tout le destin s’acharne contre Lourdes, en 1994 son mari décède brutalement.
J’ai souffert se son absence. C’était un homme attentionné, qui aimait s’occuper de sa famille et de sa maison, il travaillait beaucoup. J’ai donc du apprendre à travailler sans lui, le champ la journée et la maison le soir. Les souvenirs me torturaient. Je n’arrivais pas à dormir, alors la nuit j’allais me réfugier dans la maison de mes beaux parents là où tous les objets étaient exposés et rangés soigneusement. Chaque détail me faisait penser à eux, un clou, une photo, une marmite… J’étais frustré, je ne comprenais pas, pourquoi cela arrivait à moi ? J’étais en colère. La seule chose que je pouvais faire pour oublier c’était de me tuer à la tâche.
Le musée fait parti de ma vie.
Chaque année, Lourdes accueil de nombreux visiteurs, qu’ils soient mexicains, français, ou encore américains, ils sont toujours aussi bien reçus. Les visiteurs sont parfois des étudiants des universités mexicaines ou françaises, des gens de la région, ou de México, ou tout simplement des vacanciers à la quête d’histoires sur le lieu qu’ils visitent.
J’aime les gens, ma maison, et mon musée et je ne le changerais pour rien au monde. J’aime savoir d’où proviennent les objets que je possède, à qui ont-ils appartenus, à quoi servaient-ils. Je nettoie les objets avec de l’huile brûlée. Je n’ai trouvé aucun autre moyen pour les conserver. Chaque fois que je peux récupérer un objet, je fonce à tête baissée, je ne mesure jamais les conséquences. Parfois, ce sont même des gens qui viennent visiter qui m’offrent une nouvelle pièce, sinon je vais à gauche et à droite pour essayer d’en savoir un peu plus de sur mes ancêtres. Chaque pièce nouvelle qui arrive c’est comme si je revoyais Emilio.
Cette galerie familiale contient aujourd’hui 120 pièces dans la salle à manger. Son beau fils a eu pour nous la gentillesse de compter l’ensemble des différentes pièces de la maison et il en a dénombré plus de 1500. Elles sont d’origines françaises, allemandes ou mexicaines. Selon Lourdes, les dates de ces objets varient entre 1810 et nos jours. En effet, les français arrivés en 1833 à Jicatltepec (Veracruz), avaient emporté avec eux de nombreux meubles, de la verrerie, des couverts… qu’on peut voir dans le petit musée de la Peña.
Parmi les objets que l’on peut voir : des boules de canons, des couteaux, des vases, des chandeliers du XIX, des lampes à pétrole, des tirs bouchons, des moulins à café, des poêles, des harpons, des balances pour les mesures de l’époque (almú, medio almú…), des aiguilles, des marmites en terre cuite, des mortiers, des fers à repasser (1833), des documents officiels de l’époque de l’arrivée des colons (actes de naissances, de décès, appels sous le drapeau français pour la guerre 14-18…), des vêtements, des livres de français du primaire qui sont datés de 1898 et du 1er Mai 1916, de la monnaie française, des fusils, des photos de famille, des appareils photos, des briques, des tuiles que l’on appelle là bas « teja escama » dont l’une d’entre elles date de 1866, des moules à beurre ou à sucre (panela), des bouteilles de parfums et bien d’autres choses encore…
Les objets cités appartiennent aux familles Capitaine, Yrisson, Drouaillet, Collinot, Frappé, Grappin…
C’est un sanctuaire pour que personne ne les oublie !
Malheureusement, Lourdes n’a pu nous en dire plus sur les dates, car les ressources qu’elle possède ne sont pas suffisantes pour faire des recherches poussées. Elle aimerait agrandir car il lui manque de la place, elle voudrait mettre des étiquettes pour chaque objet, elle voudrait restaurer la maison de ses beaux parents et certaines pièces dégradées, mais elle ne reçoit aucune aide, il lui est donc difficile de réaliser tout ses rêves. En revanche, pour elle le pari est gagné car elle a déjà ce qu’elle voulait : ne pas oublier ceux qui ont fait la traversée jusqu’au Mexique en 1833, les français de la Haute Saône qui ont du quitter leur terres, leur proches pour des raisons économiques.
Pour eux ça a du être l’enfer. Ils sont arrivés ici, sans connaître la langue, sans être habitués au climat ni aux animaux tropicaux, sans savoir cultivés une terre telle que celle de Jicaltepec (…) les moustiques les ont tués, ils ont du changer leur outils de travail, leur coutumes, et ont du apprendre à manger différemment. Eux aussi ils ont gagné leur pari de celui de s’habituer à un nouveau monde, ils ont su faire du pain, reproduire quelques habitudes que nous avons conservées et que je veux conserver. Bien sûr que je suis mexicaine, mais j’ai du sang français.
Español:
a
Lourdes Drouaillet es descendiente de colonos franceses e hija de Don José Emiliano Drouaillet, agricultor, y de doña Eligia Luna Domínguez, ama de casa. Nació el 17 de enero de 1944 en San Rafael y llegó a La Peña en 1961 después de varias crecientes del Bobos.
Durante toda su infancia, tuvo que ayudar en las labores domésticas : hacer de comer, limpiar, lavar la ropa y los trastes, desvenar chiles o cortar naranjas yotros frutos. Como ella misma lo dice, estar en contacto con la naturaleza y aprender a hacer las cosas sola resultó doloroso pero mágico a la vez. Sin embargo, una de sus mayores penas fue el día en que su padre, jefe de una familia de cinco hijos, le anunció: tú te quedas en la cocina.
En efecto, en aquella época era peligroso para las niñas andar solas y las hijas mayores debían quedarse en casa para alimentar a la familia. El río Bobos separaba su nueva casa de su antigua escuela en San Rafael, por lo que le era imposible volver a clases.
Lourdes, gran mujer entregada al trabajo del campo, se casaría más tarde con su vecino Emilio Capitaine Capitaine y su vida cambiaría completamente. Desde entonces llevaría una existencia feliz y apacible con sus suegros y sus tres hijos.
Desafortunadamente, el 17 de septiembre de 1974 un drama ocurre : su suegra, doña Eloise Capitaine Pascal fallece. Lourdes se derrumba. Con ella lo compartía todo. Me daba y consejos y a veces yo también a ella. En dos segundos resolvíamos nuestros problemas. Para no olvidar, Lourdes comienza a juntar objetos que le pertenecían. Así nace el Museo de La Peña.
Diez años después, otra muerte enluta a la familia. Su suegro, don Armando Capitaine Poumerol, a los 92 años de edad, fallece el 27 de enero de 1984. Un gran vacío lo llena todo, en la casa de sus suegros no quedan más que recuerdos.
Desesperada, Lourdes lucha contra todo para conservar el patrimonio de la familia. Para que sus seres queridos no permanezcan olvidados en una tumba, junta todo lo que puede para conservar su memoria y transformar su casa en una caverna de Ali Baba. Para ella, restaurar una cacerola o una taza que les pertenecía es como si una parte de su cuerpo o de su alma siguiera allí. Lo que deseaba era inmortalizarlos con la finalidad de que no fueran olvidados con el paso del tiempo.
Pero a pesar de todo, el destino se ensaña con Lourdes y en 1994 su marido muere brutalmente. He sufrido por su ausencia. Era un hombre atento a quien le gustaba ocuparse de su familia y de su casa, trabajaba mucho. Así que tuve que aprender a trabajar sin él, en el campo durante el día, en la casa por la noche. Los recuerdos me torturaban. No podía dormir, así que iba a refugiarme en la casa de mis suegros, ahí donde estaban todos sus objetos expuestos y acomodados cuidadosamente. Cada detalle me los recordaba, un clavo, una foto, una cacerola… Estaba frustrada, no entendía por qué me pasaba eso a mí. Me enfurecía. Lo único que podía hacer para olvidar era matarme trabajando.
Finalmente, Lourdes lograría lo que siempre había deseado. La casa de sus suegros es ahora un museo. Hoy habla de esto con serenidad, lo que le costó mucho esfuerzo personal y años de trabajo y de valor. Le ha dedicado su vida a este lugar, y ella misma guía a quienes lo visitan, sin dudar en exponer su vida abiertamente. Nos hacce vivir el drama de su historia y la compasión se adueña de los visitantes. Nos transporta a un mundo hecho de risas y llanto, y al descubrir los objetos que nos muestra recordamos : « es cierto, mi abuela tenía uno igual ». Eso es lo que le gusta a Lourdes y lo que la ha hecho superar sus penas.
El museo forma parte de mi vida
Cada año, Lourdes recibe a numerosos vistantes y, ya sean mexicanos, franceses o incluso estadounidenses, siempre son bien recibidos. Algunos son universitarios mexicanos o franceses, otros, habitantes de la región, capitalinos o simples vacacionistas en busca de historias sobre el lugar que visitan.
Me gusta le gente, mi casa y mi museo y no los cambiaría por nada en el mundo. Me gusta saber de donde provienen los objetos que poseo, a quién le pertenecieron, para qué servían. Limpio los objetos con aceite quemado. No he encontrado otra manera de conservarlos. Cada vez que encuentro un objeto, me lanzo sin pensar, nunca calculo las consecuencias. A veces son los mismos vistantes los que me dan nuevas piezas, y si no, voy de un lado a otro para tratar de encontrar un poco más sobre mis ancestros. Cada pieza nueva es como si volviera a ver a Emilio.
Esta galeria familiar contiene hoy 120 piezas en el comedor. Su yerno tuvo la amabilidad de contar para nosotros la totalidad de las piezas de la casa y contabilizó más de 1500. Se trata de piezas de origen francés, alemán o mexicano. Según Lourdes, las fechas varían de 1810 a nuestros días, ya que los franceses que llegaron en 1833 a Jicaltepec trajeron con ellos numerosos muebles, cristalería, cubiertos… que podemos apreciar en el pequeño museo de La Peña
Entre los objetos que podemos ver se encuentran : balas de cañón, cuchillos, floreros, candelabros del s. XIX, quinqués, sacacorchos, molinos de café, sartenes, harpones, balanzas adaptadas a las medidas de antaño, agujas, ollas de barro, molcajetes, planchas (1833), documentos oficiales de la época de la llegada de los franceses (actas de nacimiento, de defunsión, llamados bajo las armas del Ejército francés para la Primera Guerra Mundial…) libros de primaria en francés que datan de 1898 y del 1° de mayo de 1916, monedas francesas, fusiles, fotos de familia, ladrillos, tejas de las llamadas « escama » , una de las cuales data de 1866, moldes para mantequilla o para la panela, botellas de perfume y mucho más…
Todos estos objetos pertenecieron a las familias Capitaine, Yrisson, Drouaillet, Collinot, Frappé, Grappin…
Es una santuario para que nadie los olvide !
Desafortunadamente, Lourdes no puede darnos más información sobre las fechas, porque los recursos que posee no son suficientes para realizar investigaciones profundas. Le gustaría agrandar el museo, porque le falta espacio, y poner etiquetas a cada objeto. Le gustaría restaurar la casa de sus suegros y algunas piezas degradadas, pero no recibe ninguna ayuda, por lo que le resulta dificil realizar sus sueños. Sin embargo, ganó la apuesta de recordar a aquellos que hicieron la travesía hasta México en 1833, los franceses de Haute-Saône que tuvieron que abandonar sus tierras y a sus seres queridos por razones económicas.
Para ellos debió ser un infierno. Llegaron aquí sin conocer el idioma, sin estar acostrumbrados al clima ni a los animales tropicales, sin saber cultivar una tierra como la de Jicaltepec (…), los moquitos los mataron, tuvieron que cambiar sus herramientas de trabajo, sus costumbres, tuvieron que aprender a comer diferente. Ellos también ganaron su apuesta, la de adaptarse al Nuevo Mundo, supieron hacer pan, reproducir algunas costumbres que hemos conservado y que yo quiero conservar. Claro que soy mexicana, pero tengo sangre francesa.
lundi 10 novembre 2008
Musée de San Rafael
Le musée nous donne un panorama général de l'histoire locale, à commencer par notre passée préhispanique. N'oublions pas qu'aux alentours de San Rafael se trouvent plusieurs sites archéologiques relevants, tels qu'El Pital ou le Cerro del Gallo. Plusieurs pièces de céramique ou de sculpture en pierre illustrent cette période.
Le tabac fut l'une des premières productions agricoles de la zone, avec la vanille.
mardi 28 octobre 2008
Técnicas tradicionales de construcción a orillas del Bobos
El texto a continuación, es un resumen del capítulo # 10 del libro “San Rafael y yo”, de Julio Simonin Sala y que nos narra como eran construídas esas casas tan características de nuestra zona. En la actualidad, son contadas las casas “sobrevivientes” y en buen estado en San Rafael. Nautla, Jicaltepec, Paso de Telaya y Mentidero, cuentan aún con algunas viviendas construídas de esta manera, aunque ya en bastante mal estado. Un patrimonio que debemos esforzarnos por apreciar y repertoriar, si no nos es posible hacer algo por preservarlo.
Elizabeth Simonin Maitret.
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Como eran las casas y el alumbrado
Las casas en toda la zona que colonizaron los franceses eran muy diferentes en su forma y contrucción de las del resto del país. Al emigrar, los fundadores trajeron sus modos de vivir, de trabajar, de alimentarse y hasta su arquitectura teniéndose que adaptar a los materiales de la zona, fabricando ellos mismos muchos de los objetos que les hacían falta.
Su forma era muy sencilla. Casi todas rectangulares, con techos de teja de los llamados de cuatro aguas, puertas y ventanas de madera, pisos de ladrillos cuadrados y pintados con “congo rojo” colorante que se extrae de la semilla del achiote (Bixa orellana) algunas con la cocina contruída separadamente y un pozo entre ésta y la casa. En algunos casos el pozo se encontraba dentro de la cocina y a veces se le situaba en el patio, con un pequeño techo para protegerlo del sol, para que no hiciera lama; con su carretilla, cuerda y cubeta para sacar el agua a fuerza de brazos.
Las paredes eran de ladrillo, con revoque y pintadas con cal blanca o de colores; muchas de ellas tenían todas las puertas alineadas en el centro de las habitaciones de manera que, si estaban abiertas, se veía de extremo a extremo de la casa, lo cual las hacía más frescas ya que corría bien el aire, pero lo que las hacía al mismo tiempo sumamente incómodas, pues tenían pocas opciones para acomodar los muebles; sobre todo las camas.
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Las tejas planas con las que techaban, tenían las puntas redondeadas lo que les daba la apariencia de escamas de pescado. Los caballetes que formaban las cuatro vertientes del techo eran de teja de canal, pegadas con cal de ostión. Las puertas y las ventanas eran de madera, la mayoría de las cuales no tenían cristales y cuando se cerraban a causa de las tempestades o el frío, se quedaba la casa casi a oscuras, aunque fuera de día. La madera de cedro rojo era comunmente utilizada a causa de su durabilidad.
Algunas poseían una escalera fija que daba al indispensable tapanco o desván, penetrando en él por una pequeña puertecita practicada en lo que sería el piso de dicho tapanco; disposición muy útil tanto para guardar algunas cosas como para arreglar el techo desde adentro, ya que las tejas se rompían a menudo y había que reponerlas. Ciertos techos tenían ventanitas en forma de casita para palomas lo que refrescaba un poco y de esa manera, hasta podía aprovecharse esa pieza para una pequeña habitación o recámara.
En cuanto a la construcción, se procedía de la siguiente manera: se trazaba la forma y la dimensión de la casa en el terreno escogido y se enterraban unos esquineros, también llamados horcones, de madera de encino, que medían cerca de cuatro metros de alto, tres de los cuales iban fuera y el resto era enterrado. Esta última parte se dejaban redonda –o sea, con la forma natural del árbol- y la parte saliente se labraba con hacha o sierra de mano, hasta dejarla de forma cuadrada, de unos dieciocho a veinte centímetros por cada lado. Si la casa era muy larga, le ponían dos horcones estratégicamente situados. Estos horcones llevaban en la parte superior una muesca para recibir la viga cargadora. Era un sistema bastante efectivo, pues esas casa han aguantado muchas crecientes del río, varios ciclones y hasta temblores de tierra.
Los ladrillos los pegaban con una mezcla de arena, ceniza y cal de concha de ostión, pues no contaban ni con cemento ni con cal de piedra. Esa cal la fabricaban ellos mismos procediendo de la manera siguiente: iban en panga a los esteros cercanos –a la desembocadura del río Bobos– y regresaban con la embarcación llena de ostiones vivos y de conchas de ostiones muertos; claro está, aprovechaban los primeros para alimentarse. Una vez todas las conchas vacías, las quemaban en una fogata de leña cortada en el mismo rancho. Las conchas quemadas eran mezcladas con la ceniza y con arena del río. Una vez molidas y agregando agua, se obtenía una mezcla que les servía para pegar los ladrillos de las paredes, de los pisos, los caballetes o cualquier clase de obra de mampostería.
Cada vez que hablo de un producto que les era necesario a los colonos, no se trataba nada más de ir a comprarlo a la tienda o a la maderería, sino que tenían que pasar por un proceso laborioso, largo y cansado antes de obtener todos esos materiales indispensables. Nuestros antecesores eran gente acostumbrada al trabajo; hombres y mujeres cumplían con las tareas pesadas como si fuera la cosa más natural del mundo y algunos hasta morían trabajando.
Pero continuemos con la contrucción de las casas. Una vez puestos los horcones, se colocaba una o más vigas cargadoras de un extremo al otro de la casa. Las vigas medían por lo regular cinco o seís metros de largo; encima de esas vigas cargadoras se ponían las vigas travesaños, del mismo ancho que la casa para que no hubiera empates, ya que recibían gran parte del peso de la estructura del techo y eran la base del tapanco. Arriba de todo eso iban los polines o alfardas, que le daban la forma al techo. Encima, se clavaban las alfajillas, que eran una tiras de cedro y sobre ellas se ponían las tejas.
Como entre las vigas cargadoras y el tapanco quedaban unos espacios de unos quince centímetros del altura y entre viga y viga unos de setenta centímetros de largo, estos espacios raramente se tapaban, sirviendo así de ventilación en el verano. Lo desagradable venía durante el invierno pues eran períodos de bastante viento, enfriándose mucho las habitaciones y como tampoco tenían tela mosquitero, los insectos se metían con facilidad, lo que obligaba al uso de pabellones en las camas.
Por todos esos espacios en el techo, más las puertas y ventanas abiertas, se colaban moscas, mosquitos, abejas, avispas, maribombas y las molestas caza-arañas, que hacen largos nidos de tierra en todos los rincones que pueden y hasta en la ropa colgada. Esas avispas no pican, pero las mujeres las combatían con doble empeño, porque les llenaban de nidos de tierra repletos de arañas su vestido o su sombrero más apreciado.
Cuando les relato lo anterior, cualquiera puede pensar que los colonos vivían en constante angustia, y más si les digo que del techo caían a veces alacranes, ciempiés y una que otra culebra o víbora pequeña, pero no era así. Se aprende a vivir tranquilo aún en ese medio.
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En cuanto al alumbrado, es poco lo que hay que decir, pues se usaba el quinqué, un artefacto de vidrio con una base y un espacio para llenarlo de petróleo diáfano, adicionado de una mecha plana y un sistema que permite irla sacando según se quema y una bombilla de vidrio transparente. No daban mucha luz, con ese alumbrado se cocinaba, se leía, se bordaba, se nacía y se moría.
Quien no tenía quinqués usaba el candil, también llamado chivo, un simple bote de hojalata con una oreja para meter el dedo al transportarlo –como una taza–, un pequeño cuello, una corcholata encima y un tubito en la punta que era por donde salía la mecha y que consumían también petróleo diáfano.
Muy pocas casas poseían servicios sanitarios en el interior, lo que ocasionaba muchas molestias e incomodidades, sobre todo a los enfermos o cuando había mal tiempo. Los excusados estaban en el fondo del patio, lo que obligaba al uso del bacín o bacinica y que afortunadamente desapareció en aquellos hogares que tienen ahora servicios sanitarios más modernos. Prueba de que el progreso nos aporta, a veces, muy buenas cosas.