Bienvenidos - Bienvenus

Español: El Blog "Imago" pretende convertirse en un puente entre los pueblos de Champlitte, Francia, y de la Cuenca Baja del Bobos(municipios de San Rafael y Nautla), en el estado de Veracruz. La emigración del Franco Condado hacia esta zona de México nos ha legado un patrimonio cultural común, pero sobre todo nos dejó un fuerte vínculo de amistad que ha resistido al paso del tiempo. Para seguir reforzándolo necesitamos conocernos mejor, trabajar juntos, compartir proyectos, ser solidarios, familiarizarnos con el idioma de nuestros amigos... Ese es nuestro objetivo. Contamos con tu participación para lograrlo.
Nuestras prioridades: La amistad entre nuestros pueblos, la protección de nuestro patrimonio natural y cultural, y la promoción de un desarrollo sostenible.

Français: Le Blog "Imago" a pour but d'établir un pont entre Champlitte (Haute-Saône) et les rives du Nautla, sur la côte de l'êtat de Veracruz, notamment les villes de Nautla, Jicaltepec et San Rafael. Depuis l'émigration chanitoise vers cette région du Mexique, il existe un patrimoine commun dont l'élément principal est l'amitié franco-mexicaine. Pour la renforcer nous devons mieux nous connaître, travailler ensemble, partager des projets, être solidaires, nous familiariser avec la langue de nos amis... Tel est notre objectif. Nous comptons sur ta participation pour l'attaindre.

Nos priorités: L'amitié entre nos peuples, le protection de notre patrimoine naturel et culturel et la promotion du développement durable.


mardi 16 juin 2009

La Cofradía de San Vicente de Champlitte / La Confrérie de Saint Vincent de Champlitte

Español
.
Fundada en 1619, en una época marcada en Champlitte por un gran fervor religioso y la instalación de dos importantes monasterios, la Cofradía de San Vicente es en la actualidad uno de los pilares de la vida cultural y espiritual de Champlitte. Su existencia garantiza la preservación de tradiciones y valores que en muchos otros poblados se han ido perdiendo y que contribuyen a conservar la autenticidad y el caracter de la ciudad y de su región.
Esta cofradía también ha sido un fuerte vínculo entre los colonos de San Rafael y Jicaltepec y su tierra de origen. El historiador Jean-Christophe Demard menciona en su libro Río Bobos, cuenca baja. Historia de una integración francesa, que en las primeras décadas de la colonia, muchos emigrantes seguían pagando sus cuotas a la cofradía, como son los casos de Nicolas y Christophe Pernot, Nicolas Doignon-Marcoud y François Doignon. El último chanitense que perteneció a la cofradía fue Ambrosio Stivalet, quien continuó siendo miembro hasta 1892.
En épocas recientes, el apego de la cofradía a la amistad franco-mexicana se sigue poniendo de manifiesto de diversas maneras, por ejemplo, mediante el apoyo a la traducción al español del libro de Jean-Christophe Demard anteriormente citado, mediante la presencia regular e intronización de mexicanos en la tradicional fiesta de San Vicente o a través del reciente proyecto de rescate en el cementerio de Champlitte de las tumbas de emigrantes que volvieron de México y de sus antepasados.

Profundos lazos unen a la Cofradia de San Vicente con las orillas del río Bobos
Des liens très étroits existent entre la Confrérie de Saint Vincent et les rives du Bobos
.

La Cofradía de San Vicente también es depositaria de un gran patrimonio cultural, tangible e intangible. Bajo su cuidado se encuentra el manuscrito del reglamento y los registros de la cofradía desde principios del siglo XIX, documento centenario de gran valor en el que, por el ejemplo, los descendientes de los colonos franceses en la cuenca baja del Bobos pueden encontrar a sus ancestros que formaban parte de la cofradía (ver imágenes al final del artículo). De igual modo, a esta organización le debemos una de las principales manifestaciones culturales de Haute-Saône: la fiesta de San Vicente. A través de ella, se preservan la memoria histórica, las tradiciones culinarias, la indumentaria tradicional de los viticultores y una serie de valores como la solidaridad, vinculados con su modo de vida de antaño. La Cofradía de San Vicente ha sabido conservar intactos la tradición y su esencia, y ha escapado a la tentación mercantilista que habría reducido esta manifestación cultural y espiritual a una simple feria comercial con toques de folklore. Y para conocer un poco más sobre esta celebración, qué mejor que retomar la descripción hecha por Jean-Christophe Demard, uno de sus principales promotores, en su libro La Saga du Haut-Gué:

La mañana del 22 de enero está dedicada a la fiesta religiosa. Esta comienza en la casa del « Rendant », es decir, el mayordomo del año anterior que tuvo bajo su custodia a la estatua de San Vicente y a quien le corresponde entregarla. Es en esa misma morada donde los miembros de la cofradía se deben reunir, incluyendo a los « épousés » de la fiesta a los que se les han entregado las insignias de honor.
Alrededor de las diez de la mañana, el sacerdote de la parroquia, acompañado por representantes del clero, por los chantres (responsables del coro de la iglesia) y por los monaguillos, sale rumbo a la iglesia con gran solemnidad para dirigirse a casa del nuevo mayordomo de la fiesta, conocido como « bâtonnier »; el monaguillo que debe portar la estatua de San Vicente lleva una capa roja de la cofradía y una corona de rosas rojas. Detrás de él, otros dos monaguillos llevan sobre sus hombros una especie de charola. Luego, en casa de la familia donde San Vicente fue acogido durante todo el año, los miembros de la cofradía degustan fraternalmente una copa de vino.


Monaguillo portador de San Vicente, vestido tal como se describe en el texto del padre Démard
Enfant de choeur portant Sain Vincent, habillé selon la description que fait l'abbé Demard dans son livre

Después de las oraciones rituales dichas por el sacerdote de la parroquia que dirige los agradecimientos a la familia « rendente » (la que entrega la estatua de San Vicente), se fija la estatua del santo al asta que lleva el monaguillo con la capa roja ; a continuación se colocan en la charola, en medio de racimos de uva, rototas de un peso total de cinco libras aproximadamente, puestas una sobre otra para formar una pirámide ; esta ofrenda, al igual que un pequeño tonel del último vino decorado de la misma manera, es llevada por jóvenes viticultores.
-Le primera rotota está resrevada para el « château », destinado al mayordomo entrante
-La segunda, es para el sacerdote de la parroquia
-La tercera es para los monaguillos
-Las otras son repartidas a los fieles en pequeños trozos durante la misa.
.
Ofrenda de rototas
Offrande de brioches

A continuación, la procesión vuelve hasta la iglesia en donde se celebra una misa solemne durante la cual se presentan las ofrendas y el cirio de la cofradía. Después de la misa, una procesión conduce la estatua de San Vicente a casa del nuevo « bâtonnier ». Durante esta marcha se cantan letanias de los santos. Después de las oraciones rituales, se invita a todos los participantes a formar parte de la fiesta mediante la degustación de vinos locales, tartas y buñuelos preparados por la familia que tiene la custodia del santo.

« Les Epousés »
Independientemente de las fiestas religiosas, la Cofradía de San Vicente ha conservado una costumbre muy pintoresca, que consiste en nombrar a una de las jóvenes de la región como la « épousée » de la fiesta. La elección la realizan el « bâtonnier » del año en curso y los miembros de su familia, en acuerdo con la dirección
de la cofradía.
La « épousée » tiene el privilegio de elegir a un « épousé », al que se le colocará la cocarda de honor conformada por un ramo de espino atado con listones blancos y rojos muy largos y anchos que deben colgar hasta la altura de la rodilla. El sombrero del « épousé » también va decorado con listones de los mismos colores. Los privilegios reservados a esta joven pareja son, en primer lugar, abrir el cortejo colocándose justo detrás del porta bastón, así como un lugar de honor en la iglesia y en las comidas del día. Es también esta pareja la que enciende el fuego de la alegría por la noche, preparado con sarmientos de viña y comienza el baile alrededor de la fogata.

Les épousés

Las imágenes y los ramos
El domingo anterior a la fiesta el sacerdote bendice las imágenes y los ramos durante la misa parroquial.
Hay tres ramos :
-el primero se le coloca a la estatua de San Vicente en el altar que le está dedicado en la iglesia parroquial.
-el segundo se le coloca a la estatua que conservará el nuevo mayordomo durante el tiempo que ocupe esta función.
-el tercero es colocado en la morada del mayordomo seleccionado entre los miembros de la cofradía.

La entrega de los santos (imágenes de San Vicente)
En la víspera de la fiesta, los jóvenes colocan imágenes de San Vicente en la puerta del hogar de cada uno de los miembros de la cofradía. La retirada de los santos se realiza el domingo siguiente y consiste en quitar las imágenes de las puertas y entregarlas a las familias, quienes a cambio darán un poco de dinero. Una parte de éste se utilizará en la ayuda a los pobres y el resto será una contribución para que el mayordomo pueda pagar los gastos de organización de la fiesta. Tanto la colocación como la retirada de los santos se realizan bajo la música de instrumentos rústicos.

La importancia de la fiesta
La comida tradicional siempre ha sido uno de los elementos importantes para la comunidad vitícola. Esta se componía invariablemente de:
-andouille de la región
-frijoles bayos
-paleta de cerdo
-queso de Langres y
-tarta de calabaza
Estos platos siguen presentes en el menú de la fiesta de San Vicente.
Entre los viticultores, la fiesta dura mucho tiempo; en Champlitte duraba ocho días. Los viticultores iban de casa en casa para porlongar los ágapes. Pero si la fiesta duraba ocho días, no hay que olvidar que se trataba de la única ocasión en que nustros viticultores cometían algunos ligeros excesos.
Estas cofradías son el testimonio vivo de una expresión comunitaria de la fé, pero también de una fuerte solidaridad material y espiritual.

Esta fiesta refuerza en las jóvenes generaciones el apego a su historia y a sus tradiciones.
Cette célébration renforce l'attachement des jeunes générations à leur histoire et à leurs traditions.
.
Français

Fondée en 1619, à une époque marquée à Champlitte par une grande ferveur religieuse et l’installation de deux importants monastères, la Confrérie de Saint Vincent constitue actuellement l’un des piliers de la vie culturelle et spirituelle de Champlitte. Son existence garantie la préservation de traditions et de valeurs qui ont tendance à disparaître dans d’autres villes et qui contribuent à conserver l’authenticité et le caractère de Champlitte et de sa région. Auparavant, cette confrérie représenta un lien fort entre les colons chanitois de San Rafael et de Jicaltepec et leur terroir. L'historien Jean-Christophe Demard mentionne dans son livre Emigration française au Mexique que pendant les premières décennies de la colonie, de nombreux émigrés continuèrent de payer leur cotisations, tels Nicolas et Christophe PERNOT, Nicolas DOIGNON-MARCOUD et François DOIGNON. Le dernier chanitois du Mexique ayant appartenu à la confrérie fut Ambrosio Stivalet, qui en resta membre jusqu’en 1892.

Plus récemment, l’attachement de la Confrérie à l’amitié franco-mexicaine continue à se manifester de plusieurs façons, par exemple : le soutien à la traduction en espagnol du livre Rio Nautla de Jean-Christophe Demard, la présence régulière de mexicains à la traditionnelle fête de la Saint Vincent avec l’intronisation de plusieurs d’entre eux, ou encore le projet de sauvetage des tombes ayant appartenu aux migrants qui retournèrent du Mexique et à leurs ancêtres.
La Confrérie de Saint Vincent est la dépositaire d’un grand patrimoine culturel, tangible et intangible. Par exemple, elle conserve le manuscrit contenant les statuts et les règlements, ainsi que le registre des membres de la confrérie depuis les débuts du XIXè s. Il s’agit d’un document centenaire d’une grande valeur puisqu’on y retrouve, entre autres, les colons de San Rafael et Jicaltepec qui appartinrent à la confrérie. On doit également à cette confrérie l’une des principales manifestations culturelles de Haute-Saône : la fête de la Saint Vincent, célébration qui contribue à la préservation de la mémoire historique, des traditions gastronomiques, des habits traditionnels des vignerons et de toute une série de valeurs liées à leur mode de vie d’antan, tels que la solidarité. La Confrérie de Saint Vincent a su conserver intacte la tradition et son esprit et a su échapper à la tentation d’une vision mercantiliste qui aurait réduit cette manifestation culturelle et spirituelle à simple foire commerciale saupoudrée de folklore. Et pour connaître un peu plus sur cette célébration, rien de tel que de citer la description que Jean-Christophe Demard, l’un de se principaux promoteurs, en fait dans son livre La Saga du Haut-Gué :
.
Le matin du 22 janvier est réservé à la fête religieuse. Elle commence chez le « Rendant », c’est-à-dire la famille qui a eu la garde de la statue du Saint pendant l’année qui vient de s’écouler. C’est dans cette demeure que les membres de la confrérie doivent se réunir, y compris « les épousés » de la fête auxquels on a remis les insignes de leur dignité.
Vers dix heures, le curé de la paroisse accompagné du clergé, des chantres et des enfants de chœur, part à l’église en grande solennité pour se rendre chez le « bâtonnier » ; celui des jeunes garçons qui doit porter la statue de Saint-Vincent est vêtu de la chape rouge de la confrérie et couronné de roses rouges. Derrière lui, deux autre enfants de chœur portent sur leurs épaules une sorte de plateau. Puis, dans la famille où Saint Vincent a été l’hôte durant toute l’année, les membres de la confrérie dégustent fraternellement un verre de vin.
Après les prières rituelles récitées par le curé de la paroisse qui adresse ses remerciements à la famille « rendente », la statue du saint est fixée à la hampe tenue par le jeune en chape rouge; puis sur le plateau, parmi des raisins et des roses artificielles, on place des brioches, du poids de cinq livres environs, dont l’ensemble a forme pyramidale ; cette offrande est portée par des jeunes vignerons, comme d’ailleurs un petit tonnelet du dernier vin, présenté de la même façon.
- La première brioche est réservée pour le « château » destiné au « Prenant ».
- La seconde, au curé de la paroisse.
- La troisième, pour les enfants de chœur.
- Les autres, sont distribuées en morceaux au cours de la messe des fidèles.

Offrande de vin nouveau
Ofrenda de vino nuevo

On revient en procession à l’église où est célébrée une messe solennelle durant laquelle sont présentées les offrandes et le cierge de la confrérie.
Après la messe, la statue de Saint Vincent est reconduite en procession chez le nouveau bâtonnier. Pendant cette matche, sont chantées le Litanies des saints. Après les prières rituelles, chaque participant est invité à participer à la fête, en dégustant les vins du pays, tartes et beignets offerts par la famille qui a la garde du Saint.

Les Epousés de la fête
En dehors des fêtes religieuses, la Confrérie de Saint Vincent a gardé une coutume très pittoresque, celle de « l’Epousée » de la fête qui est choisie parmi les jeunes filles du pays, par le bâtonnier de chaque année et les membres de sa famille, en accord avec le directoire de la confrérie.
La jeune épousée a le privilège de choisir elle-même son « épousé », auquel on remet la cocarde d’honneur formé d’un bouquet d’aubépine noué par de longs et larges rubans blancs et rouges qui doivent descendre au moins à la hauteur du genou. Le chapeau de ce dernier est également orné de rubans de même couleur. Les privilèges réservés à ce jeune couple sont d’abord d’ouvrir le cortège en se plaçant directement derrière le porteur du bâton ; une place d’honneur lui est réservée à l’église, de même qu’aux repas de la journée. C’est lui qui allume le feu de joie de la soirée préparé avec des sarments de vigne et commence la danse autour du brasier.

Procession
Procesión

Les images et les bouquets
Le dimanche précédent la fête, les images et les bouquets de Saint Vincent sont bénis par le prêtre lors de la messe paroissiale.
Les bouquets sont au nombre de trois :
-le premier est remis à la statue de Saint Vincent surmontant l’autel qui lui est dédié dans l’église paroissiale.
-le second est remis à la statue conservée par le « Receveur » de la confrérie et qui la garde tant qu’il occupe cette fonction.
-le troisième enfin est fixé à la demeure du bâtonnier choisi parmi les membres de la confrérie

La remise des saints (images de Saint Vincent)
La veille de la fête, les images sont fixées à la porte de la demeure de chaque membre de la confrérie par les jeunes gens du pays. La relevée des saints a lieu le dimanche suivant. Celle-ci consiste à retirer l’image fixée à la porte et à la remettre à la famille, qui en retour donne un peu d’argent dont une partie sera réservée au services des pauvres ; l’autre sera une aide au bâtonnier pour qu’il puisse payer les frais d’organisation de la fête. Cette pose et cette relevée des saints se déroulent au son des instruments rustiques.

L’importance de la fête
Le repas traditionnel a toujours été un des éléments importants de la communauté vigneronne. Il se composait invariablement :
-d’andouilles du pays
-de haricots
-de paie de cochon (épaule)
-de fromage de Langres
-de tarte à la courge
Ces plats sont encore présentés aujourd’hui dans le menu de la Saint Vincent.
Chez les vignerons, la fête dure longtemps ; à Champlitte, elle durait huit jours. Les vignerons allaient les uns chez les autres pour continuer les agapes. Mais si la fête durait huit jours, il faut rappeler que c’était la seule fois où nos vignerons « faisaient quelques petits excès ».




Estatuto y reglamento de la Cofradía de San Vicente de Champlitte
(principios del s. XIX)

Status et règlements de la Confrérie de Saint Vincent de Champlitte
(début du XIXè s.)






Registro en el que aparecen apellidos de familias que emigraron a México (en estas páginas: Guyet, Millot y Henriot)
Registre sur lequel apparaissent des noms de familles ayant émigré au Mexique (sur les pages ci-dessus: Guyet, Millot et Henriot)

Biliografía en español :
DEMARD, Jean- Christophe.
-Río Bobos, cuenca Baja. Historia de una integración francesa.
Ed. Sánchez y Gádara. México, 2005.

Bibliographie en français :
DEMARD, Jean-Christophe.
-La Saga du Haut-Gué. Champlitte-Montsaugeon :
Mémoire Populaire d’un terroir français.
ERTI, 1987
-Emigration française au Mexique. D. Guéniot, 1995

lundi 15 juin 2009

Le musée de la famille Capitaine Drouaillet de La Peña / El museo de la familia Capitaine Drouaillet de La Peña

Par/Por: Noémie Pointeau

Français:

Lourdes Drouaillet est descendante des colons français et fille de Don José Emiliano Drouaillet, agriculteur, et de Doña Eligia Luna Dominguez. Femme au foyer, elle est née le 17 Janvier 1944 à San Rafael (État de Vercaruz). Elle arrive à la Peña en 1961, à la suite de plusieurs crues du fleuve Bobos.

Durant toute son enfance, elle dut aider aux travaux de la maison familiale, comme par exemple, faire à manger et le ménage, laver le linge et la vaisselle et aussi cueillir des oranges ou autres fruits, ou bien encore égrener des piments un par un. Ce fut douloureux mais magique à la fois comme elle nous l’a dit, d’être en contacte avec la nature et d’apprendre à faire les choses par soi même. En revanche, une de ses plus grandes douleurs fut celle du jour ou son père, chef de famille de cinq enfants, lui annonça : Toi, tu restes en cuisine.


En effet, à l’époque, il était dangereux pour les fillettes de se promener sans être accompagnées et les filles aînées devaient rester à la maison pour nourrir la famille. Le fleuve Bobos séparait sa nouvelle maison de la Peña et son ancienne école de San Rafael, il lui était donc impossible d’y retourner.

Lourdes, grande femme dévouée au travail des champs, va se marier avec son voisin, Don Emilio Capitaine Capitaine et cela va changer sa vie. À la Peña, elle vit une vie heureuse et paisible avec ses beaux parents et ses trois enfants.

Malheureusement, la vie de Lourdes va tourner au drame, le jour du 17 Septembre 1974, sa belle mère, Doña Eloise Capitaine Pascal vient de décéder. Elle s’effondre.

Avec elle, je partageais tout. Elle me donnait des conseils et il m’arrivait de lui en donner. En deux secondes, on résolvait nos problèmes.

Pour ne pas l’oublier, Lourdes commence à récupérer des objets qui lui appartenaient : Le Musée de la Peña vient de naître.

Dix ans après, un autre décès survient dans sa famille. Son beau père, Don Armando Capitaine Poumerol, âge de 92 ans meurt le 27 Janvier 1984. Un grand vide s’installe, une maison reste vide, il n’y a plus que des souvenirs.

Désespérée, Lourdes lutte malgré tout pour conserver le patrimoine familial. Pour que ses proches ne restent pas oubliés dans une tombe, elle récupère tout ce qu’elle peut pour conserver leur mémoire et faire de cette maison familiale une caverne d’Ali Baba. Pour elle, restaurer un casserole ou une tasse qui leur appartenait c’est comme si une partie de leur corps ou de leur être était encore là. Ce qu’elle voulait c’était les immortaliser afin qu’ils ne soient pas oubliés au fil des années.

Malgré tout le destin s’acharne contre Lourdes, en 1994 son mari décède brutalement.

J’ai souffert se son absence. C’était un homme attentionné, qui aimait s’occuper de sa famille et de sa maison, il travaillait beaucoup. J’ai donc du apprendre à travailler sans lui, le champ la journée et la maison le soir. Les souvenirs me torturaient. Je n’arrivais pas à dormir, alors la nuit j’allais me réfugier dans la maison de mes beaux parents là où tous les objets étaient exposés et rangés soigneusement. Chaque détail me faisait penser à eux, un clou, une photo, une marmite… J’étais frustré, je ne comprenais pas, pourquoi cela arrivait à moi ? J’étais en colère. La seule chose que je pouvais faire pour oublier c’était de me tuer à la tâche.


Finalement, Lourdes va réussir ce qu’elle a toujours souhaité. La maison de ses beaux parents est devenue un musée. Lourdes, en parle aujourd’hui sereinement, cela lui a coûté un travail sur soi, des années de labeur et de courage. Elle a donné vie à ce lieu, elle fait elle-même le guide lorsque les gens arrivent et elle n’hésite pas à raconter sa vie sans aucune retenue ni pudeur. Elle nous fait vivre son histoire tragique et la compassion s’installe au sein des visiteurs. Elle nous transporte dans son monde fait de rires et de larmes, et en voyant ce qu’elle nous montre on se rappel : « Ah oui c’est vrai, ma grand-mère avait le même ! ». C’est cela que Lourdes aime et c’est cela qui lui a fait surmonter ses peines.

Le musée fait parti de ma vie.

Chaque année, Lourdes accueil de nombreux visiteurs, qu’ils soient mexicains, français, ou encore américains, ils sont toujours aussi bien reçus. Les visiteurs sont parfois des étudiants des universités mexicaines ou françaises, des gens de la région, ou de México, ou tout simplement des vacanciers à la quête d’histoires sur le lieu qu’ils visitent.

J’aime les gens, ma maison, et mon musée et je ne le changerais pour rien au monde. J’aime savoir d’où proviennent les objets que je possède, à qui ont-ils appartenus, à quoi servaient-ils. Je nettoie les objets avec de l’huile brûlée. Je n’ai trouvé aucun autre moyen pour les conserver. Chaque fois que je peux récupérer un objet, je fonce à tête baissée, je ne mesure jamais les conséquences. Parfois, ce sont même des gens qui viennent visiter qui m’offrent une nouvelle pièce, sinon je vais à gauche et à droite pour essayer d’en savoir un peu plus de sur mes ancêtres. Chaque pièce nouvelle qui arrive c’est comme si je revoyais Emilio.

Cette galerie familiale contient aujourd’hui 120 pièces dans la salle à manger. Son beau fils a eu pour nous la gentillesse de compter l’ensemble des différentes pièces de la maison et il en a dénombré plus de 1500. Elles sont d’origines françaises, allemandes ou mexicaines. Selon Lourdes, les dates de ces objets varient entre 1810 et nos jours. En effet, les français arrivés en 1833 à Jicatltepec (Veracruz), avaient emporté avec eux de nombreux meubles, de la verrerie, des couverts… qu’on peut voir dans le petit musée de la Peña.

Parmi les objets que l’on peut voir : des boules de canons, des couteaux, des vases, des chandeliers du XIX, des lampes à pétrole, des tirs bouchons, des moulins à café, des poêles, des harpons, des balances pour les mesures de l’époque (almú, medio almú…), des aiguilles, des marmites en terre cuite, des mortiers, des fers à repasser (1833), des documents officiels de l’époque de l’arrivée des colons (actes de naissances, de décès, appels sous le drapeau français pour la guerre 14-18…), des vêtements, des livres de français du primaire qui sont datés de 1898 et du 1er Mai 1916, de la monnaie française, des fusils, des photos de famille, des appareils photos, des briques, des tuiles que l’on appelle là bas « teja escama » dont l’une d’entre elles date de 1866, des moules à beurre ou à sucre (panela), des bouteilles de parfums et bien d’autres choses encore…
Les objets cités appartiennent aux familles Capitaine, Yrisson, Drouaillet, Collinot, Frappé, Grappin…

C’est un sanctuaire pour que personne ne les oublie !

Malheureusement, Lourdes n’a pu nous en dire plus sur les dates, car les ressources qu’elle possède ne sont pas suffisantes pour faire des recherches poussées. Elle aimerait agrandir car il lui manque de la place, elle voudrait mettre des étiquettes pour chaque objet, elle voudrait restaurer la maison de ses beaux parents et certaines pièces dégradées, mais elle ne reçoit aucune aide, il lui est donc difficile de réaliser tout ses rêves. En revanche, pour elle le pari est gagné car elle a déjà ce qu’elle voulait : ne pas oublier ceux qui ont fait la traversée jusqu’au Mexique en 1833, les français de la Haute Saône qui ont du quitter leur terres, leur proches pour des raisons économiques.

Pour eux ça a du être l’enfer. Ils sont arrivés ici, sans connaître la langue, sans être habitués au climat ni aux animaux tropicaux, sans savoir cultivés une terre telle que celle de Jicaltepec (…) les moustiques les ont tués, ils ont du changer leur outils de travail, leur coutumes, et ont du apprendre à manger différemment. Eux aussi ils ont gagné leur pari de celui de s’habituer à un nouveau monde, ils ont su faire du pain, reproduire quelques habitudes que nous avons conservées et que je veux conserver. Bien sûr que je suis mexicaine, mais j’ai du sang français.

Merci à Lourdes Drouaillet de nous avoir reçu chez elle. Une pensée pour toute sa famille.



Español:
a
Lourdes Drouaillet es descendiente de colonos franceses e hija de Don José Emiliano Drouaillet, agricultor, y de doña Eligia Luna Domínguez, ama de casa. Nació el 17 de enero de 1944 en San Rafael y llegó a La Peña en 1961 después de varias crecientes del Bobos.

Durante toda su infancia, tuvo que ayudar en las labores domésticas : hacer de comer, limpiar, lavar la ropa y los trastes, desvenar chiles o cortar naranjas yotros frutos. Como ella misma lo dice, estar en contacto con la naturaleza y aprender a hacer las cosas sola resultó doloroso pero mágico a la vez. Sin embargo, una de sus mayores penas fue el día en que su padre, jefe de una familia de cinco hijos, le anunció: tú te quedas en la cocina.

En efecto, en aquella época era peligroso para las niñas andar solas y las hijas mayores debían quedarse en casa para alimentar a la familia. El río Bobos separaba su nueva casa de su antigua escuela en San Rafael, por lo que le era imposible volver a clases.

Lourdes, gran mujer entregada al trabajo del campo, se casaría más tarde con su vecino Emilio Capitaine Capitaine y su vida cambiaría completamente. Desde entonces llevaría una existencia feliz y apacible con sus suegros y sus tres hijos.

Desafortunadamente, el 17 de septiembre de 1974 un drama ocurre : su suegra, doña Eloise Capitaine Pascal fallece. Lourdes se derrumba. Con ella lo compartía todo. Me daba y consejos y a veces yo también a ella. En dos segundos resolvíamos nuestros problemas. Para no olvidar, Lourdes comienza a juntar objetos que le pertenecían. Así nace el Museo de La Peña.

Diez años después, otra muerte enluta a la familia. Su suegro, don Armando Capitaine Poumerol, a los 92 años de edad, fallece el 27 de enero de 1984. Un gran vacío lo llena todo, en la casa de sus suegros no quedan más que recuerdos.

Desesperada, Lourdes lucha contra todo para conservar el patrimonio de la familia. Para que sus seres queridos no permanezcan olvidados en una tumba, junta todo lo que puede para conservar su memoria y transformar su casa en una caverna de Ali Baba. Para ella, restaurar una cacerola o una taza que les pertenecía es como si una parte de su cuerpo o de su alma siguiera allí. Lo que deseaba era inmortalizarlos con la finalidad de que no fueran olvidados con el paso del tiempo.

Pero a pesar de todo, el destino se ensaña con Lourdes y en 1994 su marido muere brutalmente. He sufrido por su ausencia. Era un hombre atento a quien le gustaba ocuparse de su familia y de su casa, trabajaba mucho. Así que tuve que aprender a trabajar sin él, en el campo durante el día, en la casa por la noche. Los recuerdos me torturaban. No podía dormir, así que iba a refugiarme en la casa de mis suegros, ahí donde estaban todos sus objetos expuestos y acomodados cuidadosamente. Cada detalle me los recordaba, un clavo, una foto, una cacerola… Estaba frustrada, no entendía por qué me pasaba eso a mí. Me enfurecía. Lo único que podía hacer para olvidar era matarme trabajando.

Finalmente, Lourdes lograría lo que siempre había deseado. La casa de sus suegros es ahora un museo. Hoy habla de esto con serenidad, lo que le costó mucho esfuerzo personal y años de trabajo y de valor. Le ha dedicado su vida a este lugar, y ella misma guía a quienes lo visitan, sin dudar en exponer su vida abiertamente. Nos hacce vivir el drama de su historia y la compasión se adueña de los visitantes. Nos transporta a un mundo hecho de risas y llanto, y al descubrir los objetos que nos muestra recordamos : « es cierto, mi abuela tenía uno igual ». Eso es lo que le gusta a Lourdes y lo que la ha hecho superar sus penas.


El museo forma parte de mi vida

Cada año, Lourdes recibe a numerosos vistantes y, ya sean mexicanos, franceses o incluso estadounidenses, siempre son bien recibidos. Algunos son universitarios mexicanos o franceses, otros, habitantes de la región, capitalinos o simples vacacionistas en busca de historias sobre el lugar que visitan.

Me gusta le gente, mi casa y mi museo y no los cambiaría por nada en el mundo. Me gusta saber de donde provienen los objetos que poseo, a quién le pertenecieron, para qué servían. Limpio los objetos con aceite quemado. No he encontrado otra manera de conservarlos. Cada vez que encuentro un objeto, me lanzo sin pensar, nunca calculo las consecuencias. A veces son los mismos vistantes los que me dan nuevas piezas, y si no, voy de un lado a otro para tratar de encontrar un poco más sobre mis ancestros. Cada pieza nueva es como si volviera a ver a Emilio.

Esta galeria familiar contiene hoy 120 piezas en el comedor. Su yerno tuvo la amabilidad de contar para nosotros la totalidad de las piezas de la casa y contabilizó más de 1500. Se trata de piezas de origen francés, alemán o mexicano. Según Lourdes, las fechas varían de 1810 a nuestros días, ya que los franceses que llegaron en 1833 a Jicaltepec trajeron con ellos numerosos muebles, cristalería, cubiertos… que podemos apreciar en el pequeño museo de La Peña

Entre los objetos que podemos ver se encuentran : balas de cañón, cuchillos, floreros, candelabros del s. XIX, quinqués, sacacorchos, molinos de café, sartenes, harpones, balanzas adaptadas a las medidas de antaño, agujas, ollas de barro, molcajetes, planchas (1833), documentos oficiales de la época de la llegada de los franceses (actas de nacimiento, de defunsión, llamados bajo las armas del Ejército francés para la Primera Guerra Mundial…) libros de primaria en francés que datan de 1898 y del 1° de mayo de 1916, monedas francesas, fusiles, fotos de familia, ladrillos, tejas de las llamadas « escama » , una de las cuales data de 1866, moldes para mantequilla o para la panela, botellas de perfume y mucho más…
Todos estos objetos pertenecieron a las familias Capitaine, Yrisson, Drouaillet, Collinot, Frappé, Grappin…


Es una santuario para que nadie los olvide !

Desafortunadamente, Lourdes no puede darnos más información sobre las fechas, porque los recursos que posee no son suficientes para realizar investigaciones profundas. Le gustaría agrandar el museo, porque le falta espacio, y poner etiquetas a cada objeto. Le gustaría restaurar la casa de sus suegros y algunas piezas degradadas, pero no recibe ninguna ayuda, por lo que le resulta dificil realizar sus sueños. Sin embargo, ganó la apuesta de recordar a aquellos que hicieron la travesía hasta México en 1833, los franceses de Haute-Saône que tuvieron que abandonar sus tierras y a sus seres queridos por razones económicas.

Para ellos debió ser un infierno. Llegaron aquí sin conocer el idioma, sin estar acostrumbrados al clima ni a los animales tropicales, sin saber cultivar una tierra como la de Jicaltepec (…), los moquitos los mataron, tuvieron que cambiar sus herramientas de trabajo, sus costumbres, tuvieron que aprender a comer diferente. Ellos también ganaron su apuesta, la de adaptarse al Nuevo Mundo, supieron hacer pan, reproducir algunas costumbres que hemos conservado y que yo quiero conservar. Claro que soy mexicana, pero tengo sangre francesa.
.
Gracias a Loudes por habernos recibido en su casa. Recuerdos para su familia
.
.
.
Noémie Pointeau:
.
Licenciada en filologia hispánica por la Universidad de Rennes II.
En la actualidad se encuentra preparando una tésis de Máster titulada
"Una colonia francesa en las márgenes del río Bobos,
México 1867-1910. Proyecto nacional y actores sociales."
.
Après une licence en philologie hispanique à l'Université Rennes II,
elle prépare actuellement une thèse de Master intitulée
"Une colonie française sur les rives du Bobos,
Mexique 1867-1910. Projet national et acteurs sociaux."
.
Fotos y traducción al español:
Antonio Neme Capitaine